LA MARIPOSA DORADA
El paisaje era exuberante, la variedad de árboles impresionaba. Ocujes, cedros, caobas, el guayacán, duro como el acero y las palmas reales con sus penachos movidos por el viento.
Y las flores una maravilla esparcían olores embriagadores. Rosas, azucenas, nomeolvides, violetas y muchas más.
El pequeño gusano se paseaba confiado por el verde prado. De pronto apareció ante él un arroyuelo de aguas cristalinas.
- ¿Cómo lo cruzo? - se preguntó.
Vio cerca de allí una hoja de malanga y poco a poco la arrastró se subió en ella y cruzó hacia la otra orilla. Se sintió satisfecho porque su esfuerzo no fue en vano.
Siguió avanzando poco a poco.
- Debo llegar pronto a la casa, antes de que caiga la noche.
Sintió un ruido y su pequeño y alargado cuerpecito se estremeció de espanto. Se escondió lo mejor que pudo y desde su refugio pudo observar que se acercaba un conejo blanco y negro.
- Que miedo, me va a aplastar.
El conejo se alejó del lugar saltando alegremente y el gusanito continuó su lento y trabajoso avance.
Llegó a un lugar donde no crecía la yerba y decidió pasar lo más rápido posible.
Una carcajada lo asustó.
- Miren un gusano, que feo que feo.
Era un sinsonte el que gritaba y llamaba a los demás animales para que se acercaran.
Aparecieron lagartijas verdes y amarillas; conejos blancos, negros y pardos.
También llegaron al lugar gorriones, jicoteas, caguamas. Hasta un pequeño ciervo color avellana.
Todos comenzaron a burlarse del gusano que estaba asustado y cada vez se hacía más pequeño.
El ciervo se acercó al pobre animalito y le dijo:
- Oye que haces por aquí, no sabes que estás muy feo para que compartas con nosotros este lugar.
- Por favor no me hagan daño, me dirijo hacia mi casita, soy un gusano pacífico no me meto con nadie.
- A nosotros que nos importa inmundo que te dirijas a tu casa - le gritó el sinsonte - vete vete de aquí.
Lentamente se fue acercando la jicotea con su casita a cuestas.
- Oye gusano eres un invasor, este sitio es nuestro y no queremos seres extraños aquí.
- Les ruego que me dejen en paz solo quiero continuar mi camino
- les expresó el animalito.
El ciervo que no era tan malo les dijo a los otros animales:
- Vamos a dejarlo tranquilo, es cierto no se ha metido con nosotros y debe llegar a su hogar antes de que se haga de noche.
El pobre gusanito respiró aliviado y siguió su lenta marcha.
Llegó al fin a su añorada casita que quedaba en el hueco de un cedro.
"Quién me mandaría a alejarme tanto de mi hogar" pensó.
El sitio era indescriptible, los helechos crecían a la orilla del río que ancho y caudaloso corría cerca de allí.
Las flores mucho más bonitas y olorosas que las que vio en el sitio donde había pasado tan gran susto.
Pasaron los días rápidamente y el animalito se percató de que su cuerpecito se transformaba.
Le salieron alas y se convirtió en una hermosa mariposa dorada.
Un buen día decidió visitar el sitio donde se encontrara con aquellos animales tan hostiles.
Emprendió el vuelo y cuando llegó se posó en una rosa roja como el fuego que exhalaba un perfume delicado.
Comenzó a gritar muy fuerte para que todos lo oyeran:
- Amigos ¿No se acuerdan de mi?
La lagartija verde se acercó sigilosamente y dijo:
- La verdad que no me acuerdo de haberte visto, yo no te hubiera podido olvidar, eres tan hermosa.
- ¿Y tú jicotea no me reconoces?
- No, ciertamente no sé quién eres bella.
El ciervo con su andar majestuoso también acudió al llamado de la mariposa.
- ¿De dónde has salido animalito maravilloso? Que color tan bello tienes, tus alas parece que fueran pintadas por el mismo sol.
- De veras amigos que tienen muy mala memoria, es cierto que mi aspecto ha cambiado pero mi voz es la misma.
- Oye nos tienes intrigados - dijo la caguama.
- Yo soy aquel gusanito del que tanto se burlaron ustedes.
- No puede ser - gritaron todos.
- Si, me convertí en la Mariposa Dorada. Pero sepan que aunque ahora soy la más preciosa mariposa de los alrededores yo también estaba muy orgullosa cuando era un simple gusano.
- Amigos - continuó el bello animalito - lo más importante no es la belleza exterior. Lo primordial es tener buenos sentimientos, no burlarse de los demás aunque sean feos o tengan algún defecto, querer a la familia y no despreciar a ningún animal como hicieron ustedes.
Todos comprendieron la moraleja y juntos entonaron una bella canción:
Todos somos amigos
Nos queremos de verdad
No importa si uno es feo y el otro bonito
Tralalá, tralalá.
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