EL CIRUELO DEL PATIO


En la casa de mis abuelos en Santa Catalina había en el traspatio un ciruelo muy bonito que daba unos frutos riquísimos.
Yo todos los días lo visitaba y conversaba con él. Le preguntaba cómo había amanecido y siempre me decía: Muy bien, muy bien.
Un día en que fui a saludarlo vi a dos bellas muchachas sentadas en una de sus ramas. Eran preciosas, una tenía el pelo rubio y los ojos azules como el cielo y la otra tenía el pelo negro y los ojos también de ese color.
Hermosas muchachas, que hacen subidas en la rama del ciruelo. Les pregunté.
La rubia me contestó:
- Somos amigas hace ya tiempo de este hermoso ciruelo y todos los días venimos a saludarlo, como haces tú.
Que bien, les dije ¿y cómo se llaman ustedes?
La joven del pelo negro me contestó, mi nombre es Glichi.
La hermosa muchacha de pelo rubio me dijo, yo soy Cata.
Pues encantada de conocerlas. Yo me llamo Angelita y me da mucho gusto que quieran tanto al ciruelo como yo.
Les voy a contar la historia de este bello árbol.
Hace ya mucho tiempo que mi abuelito lo plantó aquí en el patio. Todos los días mi querida abuela lo regaba y el ciruelo comenzó a crecer y a crecer.
Mis hermanos Alberto, Narciso, Aidita y yo, veníamos todos los días a verlo y a conversar con él. El ciruelo siempre nos saludaba con mucha alegría y cariño y nos ofrecía sus ricos frutos.
Pasaron los años y vino un ciclón, de esos que pasan por la isla con bastante frecuencia y le hizo un tremendo daño al bello árbol. 
Cuando lo vimos retorcido lloramos muchísimo. Nos dio mucha pena.
Cuando nos vio tan tristes nos dijo:
- No lloren, yo estoy bien, sólo han sido unos rasguños, pero sigo en pie y eso es lo importante, pero lo que más aprecio es que ustedes, a pesar de que ya no soy tan lindo como antes, me siguen queriendo. Lo importante no es el aspecto sino lo que llevamos en el corazón y yo sé que ustedes tienen mucho amor por mí.
Pues amiguitas, esa es la historia del ciruelo de patio.
Que hermosa historia, nos ha encantado. Seguiremos visitando al ciruelo.
Que les parece la historia, les ha gustado.
Es una historia real como todas las que yo cuento. Si van a Cuba, visiten la casa de la calle Santa Catalina y pregúntenles a mis amigas Glichi y Cata.

Madrid, marzo de 2019

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