UN BARCO, UN FANTASMA Y LOS TROLLS
Cuando mi esposo y yo trabajamos en Alemania, en una ocasión tuvimos que trasladarnos de Berlín, al puerto de Rostock y estuvimos alojados en un barco cubano que transportaba azúcar. Esto fue por los años 80.
Antes de llegar al barco decidimos conocer la ciudad de Rostock. Era una ciudad muy bonita, antigua, con calles limpias y con flores. Es una ciudad a orillas del mar Báltico, lo que más nos gustó es que era un puerto de mar. Añorábamos tanto el puerto de nuestra querida Ciudad de la Habana, a orillas del mar Caribe.
En la ciudad había muchas tiendas pero la que más le llamó la atención a nuestra hija fue una gran juguetería que tenía cinco pisos.
Allí había toda clase de juguetes, muñecas preciosas con unos vestidos maravillosos, peluches, casitas para muñecas, en fin, juguetes maravillosos que hacían la delicia de los niños.
Pero mi hija quiso que le compráramos unos muñecos feísimos, con ojos saltones y el pelo parado y con colores chillones.
El vendedor nos dijo que se llamaban Trolls y que los había ideado un danés por el año 59 y que daban mucha mucha suerte.
Le compramos tres muñecos, uno con el pelo morado, otro con el pelo verde y otro con el pelo naranja.
Después de nuestro bello paseo fuimos para el barco.
Antes de llegar al barco decidimos conocer la ciudad de Rostock. Era una ciudad muy bonita, antigua, con calles limpias y con flores. Es una ciudad a orillas del mar Báltico, lo que más nos gustó es que era un puerto de mar. Añorábamos tanto el puerto de nuestra querida Ciudad de la Habana, a orillas del mar Caribe.
En la ciudad había muchas tiendas pero la que más le llamó la atención a nuestra hija fue una gran juguetería que tenía cinco pisos.
Allí había toda clase de juguetes, muñecas preciosas con unos vestidos maravillosos, peluches, casitas para muñecas, en fin, juguetes maravillosos que hacían la delicia de los niños.
Pero mi hija quiso que le compráramos unos muñecos feísimos, con ojos saltones y el pelo parado y con colores chillones.
El vendedor nos dijo que se llamaban Trolls y que los había ideado un danés por el año 59 y que daban mucha mucha suerte.
Le compramos tres muñecos, uno con el pelo morado, otro con el pelo verde y otro con el pelo naranja.
Después de nuestro bello paseo fuimos para el barco.
Nuestra hija animadísima, primera vez que visitaba uno. Mi esposo se entrevistó con el capitán y comenzamos a trabajar.
Rosa, la cocinera del barco acogió a Frisi y la llevó a hacer un recorrido por todos los lugares del buque.
La llevó a la cocina, que según nuestra hija era amplia y tenía un elevador para trasladar los alimentos de la cocina al comedor de la tripulación. Allí trabajaba Rosa con su ayudante. Le dieron a probar algunos platos, comprobó que estaban bien elaborados ¡riquísimos! felicitó a la cocinera y a su ayudante.
Rosa, la cocinera del barco acogió a Frisi y la llevó a hacer un recorrido por todos los lugares del buque.
La llevó a la cocina, que según nuestra hija era amplia y tenía un elevador para trasladar los alimentos de la cocina al comedor de la tripulación. Allí trabajaba Rosa con su ayudante. Le dieron a probar algunos platos, comprobó que estaban bien elaborados ¡riquísimos! felicitó a la cocinera y a su ayudante.
También visitaron los camarotes que eran pequeños y tenían dos literas, eran para cuatro marineros. En total en el barco trabajaban 25 marineros.
La cocinera en una ocasión dejó sola a nuestra hija que se acercó a la barandilla del barco. A ella le pareció ver peces que pasaban veloces. No sabía de que especie eran, pero les encantó verlos nadando.
Cuando estaba en ese lugar se le acercó un hombre vestido con el uniforme de marinero, bueno, no de marinero, sino con el uniforme de capitán, blanco con los galones dorados y le preguntó ¿Qué haces aquí bella niña?
Ella le respondió, vine con mis padres.
Sabes, este es mi barco le dijo aquel hombre.
Entonces aquí hay dos capitanes, porque ya conocimos a uno.
Bueno, no hay dos capitanes. Yo soy el fantasma que habita este barco, yo lo capitaneaba, pero no temas, no te voy a hacer daño.
Nuestra hija se asustó muchísimo, pero allí se quedó hasta que el señor fantasma desapareció.
La cocinera en una ocasión dejó sola a nuestra hija que se acercó a la barandilla del barco. A ella le pareció ver peces que pasaban veloces. No sabía de que especie eran, pero les encantó verlos nadando.
Cuando estaba en ese lugar se le acercó un hombre vestido con el uniforme de marinero, bueno, no de marinero, sino con el uniforme de capitán, blanco con los galones dorados y le preguntó ¿Qué haces aquí bella niña?
Ella le respondió, vine con mis padres.
Sabes, este es mi barco le dijo aquel hombre.
Entonces aquí hay dos capitanes, porque ya conocimos a uno.
Bueno, no hay dos capitanes. Yo soy el fantasma que habita este barco, yo lo capitaneaba, pero no temas, no te voy a hacer daño.
Nuestra hija se asustó muchísimo, pero allí se quedó hasta que el señor fantasma desapareció.
En ese barco estuvimos una semana, la pasamos muy bien porque todos fueron muy acogedores.
Los trolls contentísimos pasearon por todo el barco en compañía de la niña y comenzaron a conversar con ella. Le contaron que eran originales de Dinamarca y que le daban mucha suerte a todas las personas. Que estaban muy alegres porque iban a vivir con ella.
A los trolls le encantaron los camarotes, era también la primera vez que visitaban un barco.
Les dijeron a la niña que sabían que ella era cubana y querían conocer esa bella Isla.
La niña les dijo, no se preocupen, yo los llevo conmigo cuando regresemos a Cuba.
El trabajo en el barco azucarero concluyó exitosamente.
Los trolls contentísimos pasearon por todo el barco en compañía de la niña y comenzaron a conversar con ella. Le contaron que eran originales de Dinamarca y que le daban mucha suerte a todas las personas. Que estaban muy alegres porque iban a vivir con ella.
A los trolls le encantaron los camarotes, era también la primera vez que visitaban un barco.
Les dijeron a la niña que sabían que ella era cubana y querían conocer esa bella Isla.
La niña les dijo, no se preocupen, yo los llevo conmigo cuando regresemos a Cuba.
El trabajo en el barco azucarero concluyó exitosamente.
Nuestra hija se despidió de la cocinera, le dio un beso, nosotros le dimos las gracias por haberla atendido con tanto cariño y nos marchamos.
Los tres nos despedimos del capitán, que fue tan atento.
Cuando bajamos del barco nuestra hija nos dijo, aunque no lo crean vi el fantasma del antiguo capitán de este barco y los trolls han conversado conmigo.
Le dijimos: ¡Tú siempre con tus fantasías! Bueno, es hora ya de regresar a Berlín.
Lo del fantasma, por supuesto fue una fantasía de nuestra hija, aunque quien sabe, a lo mejor si lo vio. Y la conversación con los trolls, bueno quizás también fue fantasía o quizás no.
Los trolls si acompañaron a nuestra hija durante mucho tiempo. Por supuesto viajaron a Cuba y les encantó nuestra verde Isla.
¡Ah! y le dieron mucha suerte a la pequeña.
Hasta aquí este cuentecito, de un barco, un fantasma y los Trolls.
¿Les gustó el cuentecito?
Madrid, marzo de 2019
Los tres nos despedimos del capitán, que fue tan atento.
Cuando bajamos del barco nuestra hija nos dijo, aunque no lo crean vi el fantasma del antiguo capitán de este barco y los trolls han conversado conmigo.
Le dijimos: ¡Tú siempre con tus fantasías! Bueno, es hora ya de regresar a Berlín.
Lo del fantasma, por supuesto fue una fantasía de nuestra hija, aunque quien sabe, a lo mejor si lo vio. Y la conversación con los trolls, bueno quizás también fue fantasía o quizás no.
Los trolls si acompañaron a nuestra hija durante mucho tiempo. Por supuesto viajaron a Cuba y les encantó nuestra verde Isla.
¡Ah! y le dieron mucha suerte a la pequeña.
Hasta aquí este cuentecito, de un barco, un fantasma y los Trolls.
¿Les gustó el cuentecito?
Madrid, marzo de 2019
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