UN LUGAR PARADISÍACO


El primo de mi esposo se llama Felo y su esposa Gisela.
Vivían en un lugar llamado Justis, que queda relativamente cerca de la playa de Guanabo en La Habana.
Era una finquita muy acogedora, ¡nos encantaba! Tenía un platanal, una mata de mamoncillos muy dulces, una de tamarindo, que eran un poco ácidos, pero nos gustaban mucho.
También Gisela tenía varios canteros donde había sembrado tilo, yerbabuena, albahaca, y otras plantas aromáticas que utilizaba para cocinar. Flores diversas, margaritas, rosas miniaturas, claveles rojos, ¡preciosos! La prima tenía muy buenas manos y todo se daba muy bien.
Ellos tienen tres hijos, Carlos, Javier y Raciel, el más pequeño al que le decíamos Chachi.
Mi esposo, mi hija y yo éramos asiduos visitantes de la casita de Justis. Íbamos con mucha frecuencia. La verdad que la pasábamos muy bien y nuestra hija pasaba momentos felices con los hijos de Felo y de Gisela.
Los padres de Gisela eran muy agradables. Su mamá Ada aún vive y su casita queda cerca del Valle de Picadura. También en ocasiones la visitábamos.
El padre de Gisela era un hombre muy simpático, se le ocurrían cosas increíbles.
Cuando llegábamos a Guanabo todos se volvían locos de contento.
En otra casita de la finca vivían Yasser y Yurien, hijos de una hermana de Gisela, se llama Silé.
Yasser era pequeño y los muchachos andaban con él como si fuera un muñeco, para arriba y para abajo.
Cerca había un río o arroyo al que íbamos. Qué lindo lugar rodeado de árboles diversos, mangos, robles, ciruelos y hasta matas de mameyes. También flores multicolores. Las mariposas abundaban, preciosas de diversos colores.
Había no muy lejos de la finquita una vaquería. Pues buscábamos la leche allí, las vacas estaban acabadas de ordeñar, ¡riquísima esa leche!, ¡nos encantaba! Allá en Marianao donde vivíamos nos era muy difícil conseguirla.
Inmediatamente comenzaban a preparar comida.
Se preparaba caldosa, especie de sopa o caldo que lleva diferentes tipos de carnes y viandas.
También carne al carbón, de puerco fundamentalmente, que quedaba riquísima. Congrí, que es arroz con frijoles negros, que Gisela lo hacía de forma espectacular. No faltaban los plátanos maduros fritos o los plátanos verdes, con los que se hacían tostones, plátano aplastado y luego frito. En muchas ocasiones preparaban el puerco asado en púa. Era todo un espectáculo ver a ese puerquito al que le daban vueltas para que toda la carne se cocinara. Era uno de nuestros platos preferidos.
Íbamos a la playa, Guanabo es una playa muy bonita con muchos pinos y arena blanquita como el azúcar.
En una ocasión alquilamos una casa en ese lugar, fuimos con Amandita que estaba pequeña y con sus tios Ariel y Kathy. Que bien la pasamos esos días, aunque nuestra nieta extrañó muchísimo a sus padres, no estaba acostumbrada a separarse de ellos.
Pues en la casa de Gisela y Felo había un sapo chivador al que los muchachos bautizaron con el nombre de Miguelin.
Que sapo más feo, verde y con los ojos saltones.
El sapo cuando estábamos en Justis salía a pasear por el patio de la casita
Los niños cuando lo veían comenzaban a gritarle sapo feo, sapo feo.
El bicho se ponía muy bravo y daba unos saltos enormes. Los muchachos corrían hacia él y con un palito lo tocaban para fastidiarlo.
Un día que volvimos a la casita de Guanabo vimos a una linda muchacha.
El pelo negrísimo y los ojos también. La verdad que primera vez que nos encontrábamos con ella.
Le preguntamos a Gisela y a Felo pero no pudieron respondernos quien era.
Nos dijeron que había aparecido un día, los saludó, pero no dijo ni como se llamaba ni quien era.
Cuando nos fijamos bien. El pelo de aquella linda muchacha tenía unos reflejos verdes. Yo le dije a mi esposo y a mi hija, que si aquel color verde no les recordaba algo.
Nos cercamos a la muchacha y le preguntamos que como se llamaba y que quien era.
Nos respondió:
- ¿No me reconocen?, yo soy el sapo verde, Miguelin, como me llamaron vuestra hija y sus primos.
¡Miguelin!, no puede ser.
Si, es la verdad, yo estaba bajo los efectos de un encantamiento por eso tenía esa forma de sapo.
Pues nada, la bella muchacha se quedó a vivir con Felo, Gisela y sus hijos y fue muy feliz con ellos.
¿Que les pareció el cuento?
Si no me creen, vayan a Cuba y pregúntenle a Gisela y a Felo.
¡Oh imaginación! ¡Que instrumento más maravilloso!


Madrid, marzo de 2019


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