LOS PUERCOESPINES DE BERLIN



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En los años ochenta llegamos a Berlín mi hija, mi esposo y yo.
La verdad que esa ciudad nos impactó por su belleza.
Vivíamos en el barrio de Pankow, en un pequeño apartamento que nos gustaba muchísimo.
Poco a poco comenzamos a conocer la ciudad.
Visitamos la conocida Isla de los Museos, situada en el río Spree, junto a la ciudad.
Allí está ubicado el Museo Pérgamo. Este museo es muy famoso en el mundo porque alberga obras de arte que tienen muchos siglos de antigüedad.
La arquitectura de este edificio es muy interesante.
Pudimos ver el Altar de Pérgamo. Allí daban gracias a los dioses.
Estuvimos en el Museo Bode. Allí admiramos momias egipcias y otros objetos como vasos, platos y varios instrumentos para elaborar alimentos. También vimos estatuas de la civilización griega. La visita fue muy interesante e instructiva. 
Otro lugar que visitábamos con mucha frecuencia era la Plaza Alexander Platz. Allí está enclavada la Torre de Televisión.
En navidad en la plaza montaban un mercado precioso y ponían un árbol navideño altísimo.
Nos encantaba ir a ese mercado. Comprábamos dulces típicos, salchichas y como había mucho frío tomábamos vino caliente con canela, que nos encantaba.
En Berlín había un complejo deportivo, Sport Centrum. El edificio era inmenso, allí se construyeron varias piscinas una de ellas tenía olas. También existía una cafetería donde se podían comer diversos platos típicos alemanes y se veía la pista de patinaje sobre hielo.
Nosotros íbamos con mucha frecuencia, la realidad es que se pasaban momentos encantadores. En ocasiones fuimos acompañados de nuestros amigos.
En el complejo había una pista de hielo donde iba mi hija con sus amiguitas a patinar ¡como disfrutaban!
A los berlineses les encantaba ese lugar y a nosotros por supuesto también.
En otra ocasión decidimos hacer un recorrido por los lagos de Berlín.
La zona que rodea la ciudad tiene múltiples lagos, las aguas de los ríos Spree y Havel forman esos lagos. Nos montamos en un barco  y comenzamos el recorrido. 
Vimos diversos  lugares que llamaron nuestra atención, en los lagos vivían  gran cantidad de cisnes, blancos y negros. También pudimos apreciar otras aves de bellos colores y flores que esparcían su perfume, lilas, margaritas, rosas, entre otras. 

En verano, alrededor de los lagos los berlineses montan ferias donde se pueden degustar riquísimos platos de la cocina alemana.
El barco tenía un restaurante muy agradable, las mesas estaban cubiertas con manteles de vivos colores. El servicio fue eficiente y el menú era extenso y rico.
Podíamos ver el paisaje porque el barco tenía grandes ventanales. También se podía subir a cubierta, allí había sillas y bancos muy cómodos. La verdad que estaba todo preparado para que los viajeros se sintieran muy bien durante el recorrido que era bastante largo.
Conocimos a un matrimonio alemán que conversó con nosotros mucho. Eran dos jóvenes muy agradables.
Seguimos viaje, el paisaje encantador. Se veían muchos árboles, pinos, abetos y también pequeñas casitas de descanso. Los habitantes de Berlín vivían en la ciudad, pero esas pequeñas finquitas eran lugar de ocio y trabajo para ellos porque allí sembraban árboles frutales y hortalizas. Cuando recogían las frutas elaboraban conservas con ellas, así en invierno tenían reservas.
La verdad que fue una magnífica idea hacer ese recorrido por los lagos. Estábamos disfrutando cantidad.
Cuando llegamos al lugar donde terminaba el recorrido aquella pareja de alemanes nos invitó a su casa.  Aceptamos encantados, era una manera de conocer las costumbres del país.
Nos pusieron platos exquisitos, entre ellos el chucrut que es col fermentada. También nos pusieron las famosas bratwurst que son salchichas típicas alemanas.Vivían en un pequeño apartamento. Lo tenían decorado muy bonito.
Nos pidieron que le habláramos de Cuba. Le contamos sobre nuestra isla, sus costumbres y su gente. Nos dijeron que tratarían de visitarla.
Siguió nuestra vida en Berlín. La verdad que la ciudad nos encantaba.
Mi hija un día se encontró un pequeño puercoespín cerca de nuestra casa. Era un animalito simpático y adorable, pero se veía que estaba triste.
Mi hija lo acarició y el pequeño animalito para asombro de ella le dijo:
-Mi querida amiguita estoy muy triste, debes haberte dado cuenta.
-Si querido puercoespín y no sé qué te pasa. Yo te he tratado muy bien.
El animalito le contestó.
-Es que he dejado a mis hijitos en el bosque y los estoy extrañando.
-Entonces eres un puercoespín hembra. ¿Y dónde están tus hijitos?
-Llévame al bosque y te los enseñaré.
La niña cogió al pequeño animalito y lo llevó al bosque. Caminaron y caminaron y por fin el puercoespín le dijo.
- ¿Ves ese pino?, acércate a él.
La niña se acercó al pino y dejó al animalito al lado del tronco y vio que allí había una especie de cueva.
Cuando el puercoespín entró en la cueva comenzó a emitir unos sonidos e inmediatamente salieron dos pequeños animalitos.
-Te presento a mis queridos hijos, se llaman Erika y Carlos, y yo no me he presentado, mi nombre es Elisa.
-Mucho gusto, le dijo mi hija a los puercoespines.
Estos les contestaron:
-Encantados y muchas gracias por devolvernos a nuestra mamá, la estábamos extrañando mucho.
-Me lo imagino, pero aquí la tienen sana y salva.
La niña se despidió de las adorables criaturas y regresó a su casa.
En muchas ocasiones volvió a pasear por el bosque, pero nunca más se encontró con los puercoespines de Berlín.

 Madrid, abril de 2019



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