EL TOMEGUIN DEL PINAR DEL CASTILLO DE LA CALLE 100


En la calle 100 en Marianao hay un castillo que me gusta muchísimo.
Lo conozco desde que era niña.
Es muy bonito y la verdad que a todo el mundo le llama mucho la atención porque no es muy común ver un castillo de estilo medieval en medio de la ciudad.
El Barrio donde está situado se llama Buen Retiro. En ese barrio hay muchas casas señoriales pero el castillo en mi opinión es el que más fama tiene.
Entré en una ocasión a ese lugar y me asombré al ver los muebles antiguos y las armaduras. La verdad que por dentro es una preciosidad y está muy bien conservado.
Yo paseo mucho por los alrededores, me encantan los lugares por donde paso, hay muchos árboles y las casas tienen jardines muy bonitos. Hay también muchas aves, tomeguines, palomas y hasta alguna cotorra escapada de una casa.
Cerca del castillo queda el parque conocido como Parque de los Chivos. Me imagino que le pusieron así porque antiguamente alguna persona debe haber llevado a sus chivos a comer. Yo llevaba a mi hija a ese parque y luego a mi nieta porque hay diversos aparatos para que los niños monten.
Cuando voy a la Isla siempre voy a deambular por las calles de Buen Retiro, ¡me encanta!  Tengo un hermano que vive en la calle 100 y es un motivo más para que visite esa calle tan entrañable para mí.
Pues un día que pasaba frente al castillito oigo una voz un poco estridente que me grita.
- ¡Oiga señora! ¿hacia dónde se dirige?
Miré para ver si la persona que me llamaba era algún vecino. Conozco a muchas personas que viven en la calle 100 y sus alrededores. Podría ser mi hermano o Mary la dueña de la bonita casa que queda muy cerquita del castillito, en fin, miré y miré y no vi a nadie.
Proseguí mi camino con mucha calma, pero volví a oír la misma voz estridente.
-Señora, le pregunté hacia donde se dirige.
- ¿Pero ¿quién me grita?, no veo a nadie por los alrededores.
-Fíjese bien, me dijo la voz, mire hacia el cedro que le queda al frente.
Miré hacia el árbol, pero sólo vi a un tomeguín que estaba posado en una rama.
Esto debe ser una broma, pensé, alguien debe estar escondido en algún lugar.
-Señora por favor, ¿es que no me ve?
-La verdad es que no le veo.
-Fíjese bien, soy el tomeguín que está posado en el cedro.
- ¡El tomeguín!, dije muy asombrada.
-Si yo la veo todos los días pasear por estos lugares y hace tiempo que quiero conocerla.
- Pero ¡cómo es posible que un tomeguín pueda hablar!
-Pues así es, me dijo la avecilla, yo soy el tomeguín que vive en lo alto del castillito y un día comencé a hablar.
- ¡Entonces el castillito está encantado!
-Si puede ser, porque aquí vivía también un gatico que hablaba mucho con la gente, creo que se llamaba Ruski, pero hace mucho tiempo que no me lo encuentro.
Yo estaba cada vez más asombrada pero la verdad que me encantó que la pequeña avecilla conversara conmigo. Yo siempre me había imaginado que aquel castillo estaba encantado, ahora podía afirmarlo.
Le pregunté a mi hermano y a mi hermana que, si habían visto al tomeguín parlante, pero me dijeron que no. Yo entonces era una privilegiada.
Ahora cada paso cerca del lugar, pero lamentablemente no he vuelto a ver al entrañable tomeguín, bueno puede ser que algún día tenga suerte y vuelva a encontrarme al Tomeguín del Castillo de la calle 100. 

Madrid, mayo de 2019







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