LA FLOR DE PASCUA DE SANTIAGO DE LAS VEGAS


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Mi hermano y su compañero hace años que viven el Santiago de las Vegas, que es un municipio de Ciudad de la Habana.
A mí me encanta ir a casa de mi hermano y de su compañero.
La verdad es que se vuelven locos cuando llego y no saben qué hacer para que me sienta bien. Enseguida preparan algo para comer y beber.
La casita donde viven es muy bonita y la tienen decorada con mucho gusto.
Tienen muchas plantas, helechos, arecas, malangas, ficus, infinidad de cactus. También tienen gatos, un perro y una tortuga.
A mí me encantan todas las plantas que tienen, pero la que más me llama la atención es la flor de pascua que cuando florece está preciosa.
En una ocasión que fui a Santiago de las Vegas y por supuesto visité a mi hermano y a su compañero, salí a la terraza donde tienen las plantas y se me ocurrió arrancar una flor de la mata de pascua.
Para mi asombro oí un quejido.
- ¡Ay, me haces daño!
Me viré para ver si era mi hermano al que a lo mejor había pisado al pasar por su lado, pero no lo vi.
¿Quién se quejaba?, me pregunté.
Vuelvo a acercarme a la mata de flor de Pascua a coger otra flor y de nuevo la voz me dice:
-Por favor, no me hagas daño.
-Pero ¿quién habla?, pregunté.

-Soy yo la pascua, cada vez que me quitas una flor siento un dolor terrible.
Una mata que habla, pero que es esto, no es posible.
-Perdóname le dije, no sabía que te dolía, no lo vuelvo a hacer, ¡pero tus flores son tan bonitas!
-Sé que son bonitas, pero mejor se ven engalanando mis ramas.
Yo estaba alelada, no me lo podía creer.
Salí de la terraza casi corriendo y le hago el cuento a mi hermano y a su pareja.
Por supuesto no me creyeron, era imposible que la mata de flor de Pascua hablara.
Me despedí de ellos y me dispuse a viajar hacia Marianao. Llevaba conmigo las dos flores de pascua que le había arrancado a la mata. Y no salí de mi asombro cuando las dos bellas flores me dicen:
-Pobrecita nuestra madre, le hiciste daño, pero nos alegramos de irnos contigo.
Llegué a mi casa y las puse en un búcaro con agua.
Un día volví a Santiago, pero ya no volví a robarle las flores a la mata de pascua, no quería que se volviera a enojar conmigo. Había aprendido la lección.

Madrid, mayo de 2019

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