LA FLOR DE PASCUA DE SANTIAGO DE LAS VEGAS
Fotografía gratuita de Unsplash
Mi hermano y
su compañero hace años que viven el Santiago de las Vegas, que es un municipio
de Ciudad de la Habana.
A mí me encanta
ir a casa de mi hermano y de su compañero.
La verdad es
que se vuelven locos cuando llego y no saben qué hacer para que me sienta bien.
Enseguida preparan algo para comer y beber.
La casita
donde viven es muy bonita y la tienen decorada con mucho gusto.
Tienen muchas
plantas, helechos, arecas, malangas, ficus, infinidad de cactus. También tienen
gatos, un perro y una tortuga.
A mí me
encantan todas las plantas que tienen, pero la que más me llama la atención es
la flor de pascua que cuando florece está preciosa.
En una
ocasión que fui a Santiago de las Vegas y por supuesto visité a mi hermano y a
su compañero, salí a la terraza donde tienen las plantas y se me ocurrió
arrancar una flor de la mata de pascua.
Para mi
asombro oí un quejido.
- ¡Ay, me
haces daño!
Me viré para
ver si era mi hermano al que a lo mejor había pisado al pasar por su lado, pero
no lo vi.
¿Quién se
quejaba?, me pregunté.
Vuelvo a
acercarme a la mata de flor de Pascua a coger otra flor y de nuevo la voz me
dice:
-Por favor,
no me hagas daño.
-Pero ¿quién habla?,
pregunté.
-Soy yo la
pascua, cada vez que me quitas una flor siento un dolor terrible.
Una mata que
habla, pero que es esto, no es posible.
-Perdóname le
dije, no sabía que te dolía, no lo vuelvo a hacer, ¡pero tus flores son tan
bonitas!
-Sé que son
bonitas, pero mejor se ven engalanando mis ramas.
Yo estaba
alelada, no me lo podía creer.
Salí de la
terraza casi corriendo y le hago el cuento a mi hermano y a su pareja.
Por supuesto
no me creyeron, era imposible que la mata de flor de Pascua hablara.
Me despedí de
ellos y me dispuse a viajar hacia Marianao. Llevaba conmigo las dos flores de
pascua que le había arrancado a la mata. Y no salí de mi asombro cuando las dos
bellas flores me dicen:
-Pobrecita
nuestra madre, le hiciste daño, pero nos alegramos de irnos contigo.
Llegué a mi
casa y las puse en un búcaro con agua.
Un día volví
a Santiago, pero ya no volví a robarle las flores a la mata de pascua, no
quería que se volviera a enojar conmigo. Había aprendido la lección.
Madrid, mayo de 2019
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