UN CUENTECITO SOBRE MIS AMIGAS IMAGINARIAS GLICHI Y CATA

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Cuando era pequeña y vivía con mi padre, mi madre y mis abuelos paternos en la calle Santa Catalina en Marianao, conocí a dos muchachas encantadoras.
Glichi era una bella muchacha de pelo negro y ojos pardos y Cata era rubia de ojos verdes.
Estas muchachas me acompañaron durante toda mi infancia, yo las quería mucho y ellas a mí.
Pero esas adorables jóvenes estaban sólo en mi imaginación, nadie las veía excepto yo y por supuesto el ciruelo del patio donde ellas pasaban casi todo el tiempo subidas en sus ramas.
Glichi se enamoró de un bello joven que vivía cerca de nuestra casa.
El joven pasaba todos los días y le decía muchas cosas bellas a Glichi.
Ella estaba encantada y se enamoró perdidamente. El joven era muy apuesto, alto, trigueño de ojos negros y expresivos.
Un día Glichi se me acercó sigilosamente y me dijo con una vocecita que era casi un susurro.
-He conocido a un joven y quiero que tú lo conozcas
-Muy bien, le dije, preséntamelo.
Al otro día nos sentamos en el portal a esperar a que pasara el joven y cuando se acercó Glichi le dijo.
-Ven que te voy a presentar a una amiguita.
-Mucho gusto, me dijo, me llamo Oscar ¿y tú bella niña?
-Yo me llamo Angelita, mucho gusto.
-Pues verás Angelita, estoy enamorado de Glichi y quiero casarme con ella, pero como yo sé que esta bella joven es producto de tu imaginación quiero pedirte permiso a ti.
-Yo le dije, bueno si tienes buenas intenciones pueden casarse.
Y así sucedió, una tarde hermosa los tres nos dirigimos al traspatio de la casa y allí al lado del ciruelo una mariposa de vivos colores los casó y fueron muy felices. Y se fueron de la casa a un lugar muy lejano que se llama Ilusión.
¿Y qué pasó con Cata?, pues ella tenía otras inquietudes. Quería viajar y conocer mundo. Y así fue.
Un día se montó en un bello unicornio color amarillo y voló a recónditos lugares.
Conoció varios países y a personas muy interesantes.
Visitó España, México, Portugal, Argentina, República Checa y muchos países más.
Un día regresó cansada de tanto viajar y se quedó tranquilita allá en el traspatio, al lado del ciruelo que se puso muy contento con su regreso.
A Glichi, más nunca la volví a ver, debe de ser muy feliz al lado de Oscar en ese país lejano llamado Ilusión.
Cada vez que paso por la casa de Santa Catalina, actualmente avenida 59, me acuerdo mucho de mis amiguitas, la verdad que hubiera querido volver a verlas, que de nuevo me acompañaran a jugar en el cuartico que quedaba al final de la casa, que me ayudaran a recoger las ciruelas maduras que dejaba caer nuestro querido árbol, pero me ha sido imposible volver a encontrarme con mis queridas Glichi y Cata. Deben vivir actualmente en ese lejano país llamado Ilusión.

Madrid, mayo de 2019



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