LA CEIBA
Hay un árbol
en Cuba que se le considera sagrado, es la ceiba.
Es un árbol
muy bonito, de tronco ancho y ramas frondosas.
En el Templete,
ubicado en La Habana Vieja, cerca del Palacio de los Capitanes Generales
hay una
ceiba.
Allí en ese
lugar se celebró la primera misa y el Templete rememora ese momento.
La ceiba que
existía en ese lugar desde hacía años se secó y han sembrado una nueva a la que
aún le falta mucho para que crezca como la que estaba allí.
El día del
aniversario de la fundación de La Habana por los españoles, los habaneros
tienen la costumbre de darle la vuelta a la ceiba, arrojar monedas y pedir un
deseo.
Es una
costumbre muy bonita de nuestra capital.
En Marianao
también hay árboles de esa especie en diversos lugares.
Hay una
enorme en la calle 100 cerca del Obelisco y otras en el conocido parque de los
chivos.
Una vez que
pasé por ese parque me quedé asombrada cuando una de las ramas me tocó el
hombro y el maravilloso árbol me dijo:
-Señora la
veo pasar mucho por este lugar.
-Si, le
contesté, es cierto, me encanta este parque, me recuerda mucho a mi hija y a mi
nieta, las traía cuando eran pequeñas para que disfrutaran de los aparatos. La
pasaban de maravilla.
-Oye hermosa
ceiba, le dije ¿desde cuando estás aquí?
-Hace muchos años,
me contestó, pero sabe usted señora, no siempre fui una ceiba.
- ¿Como es
eso?
-Verá usted,
yo era una hermosa joven de largos cabellos de color del oro, pero un loro que
era un mago me convirtió en una ceiba.
- ¿Por qué
hizo eso? le pregunté.
-Creo que,
por envidia, me dijo, ese loro en realidad había sido una bella muchacha que
sufrió un encantamiento y se convirtió en ese pajarraco tan chillón y con
poderes mágicos.
- ¡Que
cuentas! le expresé.
-Así es, mi
esbelto cuerpo se convirtió en este tronco tan ancho y mis cabellos dorados se
volvieron ramas verdes.
- ¡Oh
maravilloso árbol! me imagino que seas muy desdichado.
-La realidad
es que hubiera deseado seguir siendo aquella bella muchacha, pero bueno que se
le va a hacer, si el loro chillón me convirtió en una ceiba. ¡Pero sabes una
cosa! soy feliz.
-Aquí al
parque vienen muchos niños y juegan conmigo y me divierto muchísimo. A mí me
encanta los niños, son como mis hijos.
-Me alegro de
que seas feliz, hermosa ceiba.
Me despedí
del maravilloso árbol. Ahora cada vez que paso por el parque de los chivos, mi
querido parque y veo a la preciosa ceiba me parece ver a la muchacha de
cabellos largos y dorados. Pero pienso, el árbol es feliz rodeado de niños,
Y un día me
pareció ver subido en una de las ramas de la querida ceiba al loro chillón.
Cosas de la
magia y de mi Marianao adorado.
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