EL JOVEN DEL UKELELE


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Había una vez un joven que tenía un ukelele.

Él quería mucho al instrumento. Lo tocaba de forma magistral.

Había ido de visita a Madrid a casa de su abuela, de su prima y de su tía. Ellas vivían cerca de la Quinta de los Molinos.

La Quinta en esos días estaba preciosa.

Los almendros estaban en flor, preciosos.

El joven iba todas las mañanas a la Quinta en compañía de su ukelele y allí sentado debajo de un almendro tocaba el instrumento.

Un día estaba sacándole notas a su querido instrumento y vio a una cotorra.

El ave se le acercó muy despacio y le tocó con su pico el hombro y le dijo.

-Yo te veo todos los días venir con tu ukelele y tocarlo aquí en mi hogar.

-Si me encanta la Quinta, los almendros son maravillosos y me inspiran mucho para poder tocar mi instrumento.

- ¿Vives cerca de aquí?, le pregunto la cotorra al joven.

-En realidad yo vivo muy lejos, estoy de visita en casa de mi familia.

-Qué bueno que has venido de visita a Madrid y me alegro mucho de que este sitio te encante. Este lugar es muy visitado por los madrileños en particular cuando los almendros están florecidos.

La cotorra le dijo que tenía cien hijas, que todas vivían en la Quinta e inmediatamente las llamó.

Estas llegaron chillando como unas loquitas.

Hijas quiero que conozcan a este joven, El viene todos los días a tocar su ukelele. A mí me encanta oírlo y espero que a Ustedes también.

Las cotorritas que eran de color verde limón le contaron al joven que sus antepasados habían llegado de Argentina hacía mucho tiempo pero que ellas eran madrileñas y que eran muy felices en la Quinta.

- ¿Por qué no tocas tu ukelele? le dijeron las cotorritas al joven.

-Con mucho gusto y comenzó a tocar su querido instrumento.

Las cotorritas estaban encantadas de oír al joven y le dijeron a su mamá

Gracias, madre por llamarnos, la realidad es que estamos disfrutando muchísimo con esta música maravillosa.

Se cercaron al lugar unos pajaritos preciosos negros y azules y salieron del estanque las tortugas y los patos que comenzaron a cantar muy alegres.

El joven ya tenía que marcharse y se despidió de sus nuevos amigos.

 Cuando llegó a casa de su familia les dijo.

-Acabo de conocer a la Cotorra Florinda y a sus cien hijas, a las tortuguitas y a los patos y a unos pajaritos negros y azules y he pasado un momento maravilloso conversando con todos.

Su abuela, su tía y su prima le dijeron:

-Es que la Quinta de los Molinos es un lugar mágico, nos alegramos mucho de que su magia haya llegado hasta ti.

Desde ese día y hasta el momento en que se marchó de Madrid, el joven iba todos los días a la Quinta con su ukelele a tocarles a sus amigos.

Las personas que paseaban por la Quinta admirando los almendros vieron con asombro como estos bailaban al compás de la música que el joven arrancaba de su ukelele.


Madrid,  febrero de 2019.

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