JUANA Y PANCHO
Tengo recuerdos increíbles de mi juventud.
Viví como alfabetizadora durante seis meses en el bohío de Juana y Pancho, dos bondadosos campesinos pinareños, yo tenía 15 años.
Su bohío estaba ubicado en Viñales, municipio de Pinar del Río.
Una región de extraordinaria belleza.
Viñales con sus mogotes es un lugar maravilloso de belleza mágica.
En aquel bohío de techo de guano y piso de tierra vivían Juana y Pancho con sus seis hijos, la mayor se llamaba Lucrecia y el menor Sabinito, que era un niño de un año de edad muy bonito y travieso.
El bohío tenía un pequeño portal, una sala y un cuarto y al costado del portal estaba ubicada una pequeña bodeguita donde Pancho vendía varios productos entre ellos azúcar prieta, que ellos llamaban azucara.
Ese campesino campechano y afable cultivaba frijoles negros y yuca. Tenía algunas gallinas, unos cuantos puercos y dos bueyes.
Buscaba agua en el río con la junta de bueyes que tiraban de un barril, él lo denominaba pipa.
Ese barril lo llenaba de agua.
También hacía carbón que utilizaban para cocinar.
Pasé unos meses increíbles en ese lugar, disfruté muchísimo.
Enseñé a Juana a leer y a escribir, Pancho ya estaba alfabetizado.
También enseñe a una muchacha que vivía no muy lejos del bohío de Juana y Pancho.
A mí me encantaba pasear por los alrededores de la casa, porque había muchos árboles y plantas.
Un día en que daba mis paseos habituales vi a un personaje increíble, era un negrito diminuto de grotescas facciones y ojos saltones, vi que zambullía en una charca que había cerca de la casa.
Estaba desnudo y su cuerpo estaba cubierto de bejucos.
Se me acercó y me dijo:
-Hola ¿qué tal? ¿cómo estás?
-Estoy bien, le dije, paseando por estos bellos lugares.
- ¿Y tú quién eres?
-Yo soy el güije, el chichiricú de estos parajes.
Yo había ya oído hablar de esos personajes de la campiña cubana. Los guijes o chiquiricus viven en ríos o charcas muy intrincados y por las noches aparecen para asustar a los viajeros. Pero a mí no me asustó, por el contrario, el chiquiricú me encantó, me pareció un personaje muy simpático.
¿Cómo te llamas? le pregunté.
Me llamo Eusebio, ven que te voy a enseñar un lugar maravilloso.
Seguí al chichiricú y me llevó a un lugar encantador que yo nunca antes había visto con flores de todos los colores y grandes helechos arborescentes.
Cuando regresé a la casa se lo conté a Juana y a Pancho y me dijeron:
-Qué suerte has tenido en ver al chichiricú, nosotros nunca lo hemos visto.
Volvi a pasear por esos parajes, pero más nunca volví a ver al increíble personaje.
Fuimos en una ocasión Juana, Pancho y Lucrecia y yo a una excursión a los mogotes ¡Que maravillla!
Allí recogimos polimitas de diversos colores. Estos caracoles son endémicos de Pinar del Río.
Cerca del bohío de Juana y Pancho estaba ubicado el bohío de Serapio, el padre de Pancho, un campesino muy bueno y cariñoso.
Vivía con la madre de Pancho, la buena campesina Rosa.
Un día pasamos un gran susto al ver que salía humo de la habitación.
Sabinito se había metido con la chismosa encendida debajo del mosquitero y este cogió candela, si no llegamos a tiempo coge candela todo el bohío.
Nos bañábamos en un cuartico de piso de tablas y debajo vivían unos sapos enormes, ranas toros. Así se denominan porque emiten un sonido parecido al que emiten los toros.
Un día salió de debajo de las tablas uno de esos enormes sapos y con una vocecita chillona me saludó.
Yo me quedé petrificada ¡Una rana toro que hablaba!
- ¿Está muy fría el agua? me dijo.
-Si, le contesté, un poco, pero a mí me gusta porque hace mucho calor.
-Pues sigue disfrutándola, me expresó.
Así fueron transcurriendo los días en aquellos bellos parajes de Viñales.
La verdad es que yo nunca podré olvidar esos meses que pasé junto a los entrañables Juana y Pancho, a Serapio y a Rosa, a Lucrecia, al pícaro y travieso Sabinito, a los otros hijos del matrimonio.
Son muchos los momentos inolvidables que pasé en aquel lugar al que visité años después con mi familia.
Me encantó reencontrarme con todas aquellas cariñosas personas a las que nunca olvidaré.
Estas son las vivencias de mi juventud.
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