LA ABUELITA VIEJITA
Así le decía a mi querida abuelita Angelita mi hija Frisia.
Mi abuelita era una mujer preciosa, rubia de ojos azules y dulce como la miel.
Era originaria de Pinar del Río.
Un día llegó a su pueblo natal un joven libanés y surgió el amor entre el joven moro y la dulce cubanita.
Ellos eran mis padrinos, yo los adoraba.
Mi bella y adorada abuela siempre prodigó mucho amor a sus nietos.
Mi abuelo tenía un taller de costura donde mis tías María y Lucrecia confeccionaban pijamas y batas de casa.
Cuando llegaban las telas al taller mi abuela escogía varios cortes de tela y se los daba a mis tías para que me hicieran vestiditos.
Con mi madre se llevaba de maravilla, eran como madre e hija. Tenían una relación muy especial.
Cocinaba con gran maestría, la verdad que disfrutábamos mucho con su comida elaboraba tanto platos de la cocina cubana como de la libanesa.
Hacía un plato típico libanés que consistía en hojas de parra rellenas de carne. Cómo a veces no había hojas de parra las sustituía con hojas de col, ella los llamaba tayuyos. Que delicia, nos chupábamos los dedos.
Era una persona sencilla y afable y muy cubana.
Era muy pulcra, siempre estaba muy arreglada.
Tenía el cabello lacio y muy largo y se lo recogía en un moño.
Con mi hija Frisia se llevaba de maravilla, se le iluminaba la cara cuando mi pequeña hija llegaba a su casa.
Sus ojitos ya nublados por los años le brillaban de nuevo con todo su esplendor cuando la veía.
Ella le regaló a Frisita un anillito de oro con una piedra preciosa color rosado oscuro que mi hija apreciaba mucho.
Tenía un hermano que se llamaba Oscar al que quería mucho.
Abuelo y abuela vivieron en Cabañas y en Marianao.
En Marianao vivieron en una amplia casa ubicada en la calle Santa Catalina.
Era preciosa, muy espaciosa. Contaba con un portal, una sala, cuatro cuartos, cocina y baño. Tenía un patio lateral donde mi tía Maria cultivaba muchas flores y un patio al final de la casa donde había un ciruelo que un ciclón tumbó. Yo adoraba esa casa.
Allí se organizaban muchas reuniones familiares y por supuesto mi abuela y mi abuelo eran los anfitriones.
Mi querida abuela se desvivía por atender a todos los invitados.
Posteriormente se mudaron para otra casa en avenida 59.
No era tan amplia como la otra, pero yo la disfruté mucho.
Tenía un portal amplio, una sala, una saleta y cuatro cuartos, baño, cocina y un patio lateral que me encantaba y al final un patio no muy grande con un lavadero. Esta es la casa de los sueños de Frisia.
Los días de Nochebuena se organizaban cenas alrededor de la mesa del taller de costura de mi abuelito.
Participaba toda la familia, mi abuelo cocinaba platos libaneses y mi abuelita platos de la cocina cubana.
Disfrutábamos mucho esas comidas familiares donde participaban todos los hijos y los nietos. Y por supuesto cuñadas y yernos.
Aquellas comidas eran algo increíble.
Pudiera contar muchas cosas más pero no quiero que este relato se extienda mucho.
Este es mi más sentido homenaje en el Día de las Madres a mi querida abuelita Angelita, la Abuelita Viejita como la bautizó mi hija.
Madrid, 5 de mayo de 2021
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