IDIA y JUANITO
Fotografía gratuita de Unsplash
Cuando me casé fui a vivir con mi esposo a San Miguel del Padrón.
Allí él vivía con su madre en una casita muy bonita.
Cerca de nuestra casa vivía un matrimonio, ella se llamaba Idia y el esposo Juanito.
Idia era costurera y trabajaba en los talleres del Ballet Nacional de Cuba y allí confeccionaba trajes preciosos para los personajes de los ballets que presentaba esa prestigiosa compañía, tenía un arte para coser exquisito, de sus manos salían maravillas.
Juanito era panadero y trabajaba en una panadería en el Cerro.
Por cierto, cuando nos casamos hicimos una fiestecita y el pan de los bocadillos que preparamos nos lo obsequió Juanito.
Mi esposo y yo nos hicimos muy amigos de aquel matrimonio.
Eran personas sencillas y afables.
Comenzamos a visitarlos y ellos a nosotros. La verdad que nos encantaba hablar con ellos, tenían una conversación muy amena.
La realidad es que la amistad se fue consolidando cada vez más.
En una ocasión visitamos el taller del Ballet y allí pudimos admirar los trajes que Idia y sus compañeras confeccionaban.
Sus compañeras eran como ella, personas sencillas y cariñosas.
Idia tenía dos hermanas, eran personas encantadoras y un sobrino adolescente, muy simpático y ocurrente.
Mi suegra viajó al exterior y nosotros nos mudamos para Marianao para una casita muy acogedora.
Ellos más tarde se mudaron para el Municipio Plaza de la Revolución, para un apartamento muy soleado y que decoraron con mucho gusto.
Nació nuestra querida hija Frisita y ella y nosotros visitábamos con mucha frecuencia a nuestros amigos.
Ellos no tenían hijos y nuestra hija que era una niña muy simpática, les caía de maravilla.
En una ocasión fuimos a una casa en la playa de Guanabo. Fueron las hermanas de Idia y por supuesto el sobrino de nuestra amiga que era un muchacho muy ocurrente,
Frisia tendría unos seis años.
Pusimos una colchoneta en el piso y mi hija y el sobrino de Idia durmieron allí.
Frisia tenía muy mal dormir, se movía contantemente y se cogía la colchoneta para ella sola.
El simpático adolescente comenzó a llamarla Señor Feudal.
Como nos reímos de aquella ocurrencia del sobrino de Idia.
Pasamos unos días maravillosos en aquella pequeña casita de Guanabo donde casi no cabíamos.
Cada vez que llegábamos al apartamento de nuestros amigos, se desvivían por atendernos.
Preparaban platos exquisitos. Idia era una cocinera excelente.
La comida que preparaba era para chuparse los dedos.
Mi esposo, mi hija y yo viajamos el exterior y nos alejamos de nuestros amigos, pero cada vez que regresábamos de vacaciones íbamos sin falta a visitarlos. Recuerdo que Idia le confeccionó a nuestra hija un vestidito precioso que a ella le encantaba.
Pasaron los años y nuestra hija se casó con su actual esposo.
Fuí a ver a mi amiga para que me hiciera un vestido y efectivamente me hizo uno muy bonito, de una preciosa tela negra, aún lo conservo.
Cuando veo las fotos de la boda que por cierto fue una ceremonia preciosa, y veo el vestido me acuerdo con mucho cariño de mi amiga.
Por supuesto Juanito e Idia estuvieron en la boda.
Nació nuestra querida nieta Amanda y comenzamos a llevarla con nosotros a casa de nuestros amigos.
A nuestra nieta le encantaba visitarlos, se desvivían por atenderla y siempre le tenían guardada una sorpresa.
Ya mi nieta es una bella adolescente y sin falta iremos con ella a visitar a nuestros amigos.
Han pasado los años y no puedo olvidar a Idia y a Juanito.
Ya mi esposo por desgracia no está con nosotros, pero sé que la amistad que lo unió con este querido matrimonio fue muy fuerte.
Mi hija les tiene gran aprecio y yo como olvidarme de esos queridos amigos que supieron ganarse mi amistad y mi cariño.
Idia y Juanito son y serán amigos entrañables.
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